miércoles, 26 de marzo de 2008

Minificción. Pesadilla

El hombre viene hacia mí. Tiene los ojos encarnados y me mira con odio, como animal. Los otros, los que comparten nuestro encierro y organizan la locura, vociferan y aplauden. Es obvio que esperan que yo lo parta en dos en cuanto esté a mi alcance. Así lo he hecho durante meses y por eso me temen. Trae algo en la mano, un tubo. Pero hoy estoy cansado, no quiero más golpes ni más gritos. Quiero imaginar mi bicicleta y verme acomodando el pan todavía caliente que vendo por las tardes. Blande el garrote, pero falla... Por más que lo intento, no puedo salir de aquí ni puedo tener la sonrisa de mi hijo de dos años. Siempre surgen estos hombres que intentan golpearme y que me amenazan como si yo tuviera algo suyo. Le doy el primer golpe y el hombre sangra y chilla como rata... Pero son ellos los que me roban siempre, cada vez que me obligan a hacer esto, cada vez que al intentar cerrar los ojos, descubro la pesadilla, el dolor de estar aquí atrapado y darme cuenta de que no tengo fuerzas para vivir, pero sí esa rabia que me obliga a patear al hombre que ahora se retuerce en el piso y descubre, como yo, que no tiene escapatoria.

1 comentario:

mariscal dijo...

Me encantará leer tus comentarios.
Saludos,

Espartaco