jueves, 27 de marzo de 2008

Estampas de guerra. Diario de campaña


19 de agosto.

Ayer a las cinco empezó a llover. Sé la hora porque estaba oyendo la radio de los compas. Fue cuando dijeron que los pintos mataron a mi tío Emilio. No sé cómo se lo voy a decir a mi mamá. Además, sólo me queda una bolsita de plástico, la de los calcetines, y la carta tendría que enviarla en esa bolsa, pero entonces en la próxima caminata se me mojarían y no hay nada más triste que llegar al campamento y no tener calcetines secos. Además, la carta tardaría en llegar. Son finales de agosto. En lo que se va la carta y llega, y en lo que encuentran al único compañero que va a la casa, sería Navidad. Mala época para una noticia así. Mejor espero.

Ya que la lluvia estaba instalada llegó El Chino a mi champa. Me pidió cigarros. Está molesto porque dice que se le acabaron los suyos y que los compañeros dicen que no van a traer sino hasta el próximo abasto, que será en un mes. A mí sólo me quedan cinco cigarros. Le di uno. De todos modos, se fue molesto. Dice que la organización está fallando y que si no hay cigarros eso significa que hay problemas internos. Le dije que teníamos balas y comida. No me escuchó. Dijo que guardaría el cigarro para mañana y que me vendría a ver en un par de días. También me habló de su jardín de orquídeas. No lo he visto hace una semana. Dice que en la última caminata consiguió una flor violeta y que la puso junto a la que le regaló Gabriela, la muchacha que vino de la universidad a hablarnos de Hegel. Otra vez me reclamó por lo de mi romance con ella. Lo hizo entre risas. Me dijo que yo era una mosquita muerta. Desde que llegó al campamento todos querían cogérsela. Todos, hasta el capitán Antonio. Yo sólo quería preguntarle más sobre los temas de los que iba a hablarnos en su taller. Terminamos haciendo el amor. Ella me habló de filosofía, de retruécanos y calambures. Se quedó en mi champa todo el mes que estuvo aquí. Luego se fue (pero eso ya lo escribí antes). Desde entonces no se me para. Van a ser tres semanas. Todo un récord. La Chiqui es buena compañera, pero no me atrae en absoluto. Los compas dicen que en la guerra cualquier hoyo es trinchera, pero yo no estoy convencido; no todavía. Cuando vino Gabriela y se quedó conmigo los compañeros se molestaron al principio; incluso el capitán estuvo extraño aquellos días. Luego se les pasó. Siguieron sonriendo como siempre. Sabían que ella se iría y que dentro de un tiempo vendrán otras compañeras que hablarían de otras cosas, o que llegarían las internacionalistas. A ellas les atraen los mayas. El capitán suele presumir sus conquistas. Es buen hombre, aunque muy estricto conmigo.

Por la noche se oyó un combate. Deben ser los compañeros del Ho Chi Minh. Se oía lejos. No duró mucho. Si acaso, tres horas. Es seguro que mañana habrá que ir a explorar y hacer contacto con ellos. Sigue lloviendo. Sí, es mejor no enviar el correo a mi madre. Mañana voy a necesitar mis calcetines secos. Quiero dormir con los pies calientes.

1 comentario:

mariscal dijo...

Me encantará leer tus comentarios.
Saludos,

Espartaco